Los ríos que discurren por la zona pirenáica de Navarra, especialmente el Salazar y el Esca, presentan unas características especiales que condicionan la existencia de unos bosques de ribera propios. La principal de ellas es la amplitud de su lecho, consecuencia de las fuertes crecida estacionales causadas por el deshielo primaveral de la nieve acumulada en las montañas durante el invierno.
Este amplio lecho está constituido por guijarros que quedan al descubierto la mayor parte del año y son típicos de los ríos que bajan de las grandes cordilleras. Suelen ser colonizados por saucedas, compuestas por sauces de pequeño y mediano porte acompañados de espinos, menta y alguna gramínea.
Las condiciones ecológicas en las que se ven obligados a vivir son indudablemente adversas; las inundaciones estacionales causan el arrastre de la materia orgánica que se haya podido acumular, impidiendo la formación de suelo. La inundación por la corriente también implica una acción mecánica, tanto por las propias aguas como de los materiales arrastrados por estas: piedras, trozos de madera,… que esta vegetación ha de resistir.
Alejándonos un poco de las aguas, nos encontramos otra banda de vegetación: las choperas, formadas por chopos, álamos y fresnos. Este bosque de galería ocupa una estrecha franja entre la sauceda y las fresnedas pirenáicas de fondo de valle. Tanto las choperas como las fresnedas han sido, en su mayor parte, sustituidas por praderas, cultivos, plantaciones de chopos híbridos o infraestructuras.
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