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Los procesos de erosión, transporte y sedimentación a lo largo del río.

El agua que circula por los cauces se alimenta de las escorrentías de la cuenca y estas arrastran con ellas partículas minerales y orgánicas del suelo, son los sedimentos que llegan a los cauces y son transportados por los mismos hasta alcanzar una zona de sedimentación, bien en la ribera del cauce (vegas, llanuras de inundación) o del propio cauce (islas y deltas).

Dos son las principales fuerzas que actúan en las aguas de los cauces, la gravedad haciendo que las aguas se muevan hacia abajo y la fricción entre el agua y el contorno del cauce creando una resistencia que se opone a este movimiento de descenso. En esta última tiene gran importancia la litología y el relieve de los terrenos por los que discurre.

La velocidad de las aguas es uno de las características más variables de los ríos, tanto en el espacio como en el tiempo. Depende de numerosos factores, y está muy relacionada con la resistencia que ofrece el cauce, esta, a su vez depende tanto del tamaño de los materiales (cantos, arenas, gravas), como de su distribución formando lechos uniformes sin obstáculos o barreras a la corriente.

La resistencia de las plantas acuáticas y los restos vegetales pueden hacer variar la velocidad de las aguas, actuando a veces como auténticas presas (troncos caídos) que pueden llegar a causar desbordamientos e inundaciones. El trazado del río también condiciona la velocidad de las aguas. Los tramos rectos apenas presentan resistencias, mientras que los meandros presentan mayor resistencia y variación de velocidades de unas partes a otras dentro de la misma zona.

Como consecuencia de esta fuerza de resistencia, la velocidad de las aguas varía en cada sección del río, en función de su distancia al fondo y a las orillas. Las zonas cercanas al contorno del cauce presentan menor velocidad y siendo esta mayor cuanto más próximos estamos al centro del cauce. La velocidad también va variando a lo largo del recorrido del río. Aguas abajo la pendiente suele disminuir y con ella la velocidad, aunque al hacerse más pequeños y uniformes los materiales del sustrato disminuye la resistencia lo que hace que aumente la velocidad. Ambos fenómenos pueden llegar a compensarse dándose casos en los que la velocidad incluso aumenta aguas abajo.

En función de las características del lecho de los ríos en cada tramo se llega a un equilibrio entre la fuerza de arrastre desarrollada por la corriente y la resistencia de los componentes del lecho a ser arrastrados. Para cada tamaño de partícula existe una velocidad de las aguas a partir de la cual se produce el arrastre (velocidad crítica).

Las mayores erosiones se producen durante las crecidas, cuando mayor es la fuerza de arrastre de las aguas y se supera la velocidad crítica para la mayor parte de las partículas del cauce. En este caso los ríos modifican su sección, variando su profundidad y anchura, ajustándolas al proceso de erosión (agradación) producido por la aguas. Cuando el caudal de crecida y la velocidad disminuyen, las aguas pierden su capa-cidad de arrastre, y se va produciendo la sedimentación progresiva de los diferentes tipos de partículas (degradación). Estos procesos de agradación y degradación de los cauces se van produciendo en los cauces de forma natural y periódica, como consecuencia de las variaciones de caudales y la carga sólida procedentes de las laderas, aunque en algunos casos esta dinámica puede verse modificada por alteraciones en la ladera o la cuenca producidas por el ser humano.

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